Medios afines y fines mediáticos


Andrés Manuel López Obrador ganó con más de 30 millones de votos la elección del pasado 1 de julio de 2018; obtuvo más del 53% de la votación válida emitida, ¿quién duda de un hecho tan incontrovertible como ese? Se sorprenderían de saber que muchas personas, más de las deseables, afirman que AMLO no tiene legitimidad a pesar de tan aplastante realidad.

¿Qué mecanismos permiten que una persona afirme que obtener la mayoría conforme a las reglas del “juego” democrático no es legítimo? La respuesta podría llevarnos por caminos largos y quizás inexplorados; la verdad es que una afirmación contraria a la realidad no debería quitarnos tiempo ni debería preocuparnos, el problema es que por alguna razón existe otro mecanismo al que denominaré “ideologización”.

¿En qué consiste la “ideologización”? Consiste en instalar una idea y volverla sentido común (de tan común que no requiere verificación) se le presume cierto casi automáticamente con independencia de que aquella idea corresponda a la realidad; por ejemplo, la idea de que +53%, +30 millones bajo reglas democráticas no dan legitimidad.

No discutiré sobre la positividad o negatividad de la ideologización, simplemente nótese que hacer de sentido común una idea que no es real podría derivar en conclusiones equivocadas; por ejemplo, si la Presidencia de López Obrador no es legítima, ¿por qué tolerarla?, ya ni siquiera apoyarla sino rechazarla abiertamente por cuanto que es ilegítima.

Sin pretender una comparación absurda, mírese al ejemplo de Venezuela donde un Presidente Constitucional como Nicolás Maduro ha sido cuestionado de ilegítimo y con base en ese cuestionamiento, extranjeros respecto a Venezuela han apuntalado a un «presidente “encargado”» pretendidamente legítimo quien, fuera de toda legalidad, está contribuyendo a la desestabilización política-económica y social de aquel país, con consecuencias terribles para la población en general.

Y precisamente por eso, por las consecuencias contra la calidad de vida, es que la ideologización se torna peligrosa, porque con ella pretenden justificarse actos negativos, hacerlos aceptables al razonamiento.
Aquí es donde juegan un papel primordial los medios de comunicación (informativos y desinformativos). Son ellos el vehículo a través del cual viajan aquellas ideas a ser instaladas; una vez difundidas serán repetidas el número de veces necesario para que se interioricen en la mente de los consumidores de noticias. Luego, mediante la dinámica propia de los medios se reproducirá (a veces orgánicamente; a veces mecánicamente) hasta que alcanzado cierto grado de desarrollo, la idea, se haya convertido en sentido común.

Alcanzado el grado de sentido común, las personas aceptarán la idea sin cuestionarla, incluso a veces sin notar la inconsistencia lógica (ya no digamos la inconsistencia con la realidad) de la idea. Con ella como fundamento, arribarán a conclusiones erróneas, puede que perjudiciales.
Permítaseme reiterarlo, precisamente porque podría ser perjudicial, porque podría mermar la calidad de vida, por ello la ideologización merece atención y, los medios de comunicación (como mecanismo difusor) son un punto relevante para tomar en consideración.

No puede evitarse la mención al Estado de Derecho, ni a los Derechos Humanos. El artículo 7 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ampara y protege la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio. Esta libertad es inviolable, no puede coartarse, impedirse ni restringirse ni siquiera de manera indirecta.

Dicho con claridad: legalmente no puede impedirse que se difundan libremente mentiras, falacias, inexactitudes, imprecisiones y exageraciones aún cuando ellas podrían derivar en daños a las personas, en todo caso se perseguirá el daño, pero nada se hará contra los difusores de las ideas que derivaron en ese daño.

Lo único que resta por hacer es combatir la mentira con la verdad, las falacias con los argumentos (y la lógica), las inexactitudes con datos precisos, las imprecisiones con aclaraciones y las exageraciones con los hechos reales. Finalmente, la realidad es tan sólida como un muro de concreto reforzado, si alguno negara la solidez del muro le invitaría a estrellar su cráneo contra él; y aún descalabrado y al borde del desmayo podría continuar negando la solidez, en ese caso la solución tiene que ser psiquiátrica.


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