La cuestión Palestina y el estado sionista
“La narración bíblica comienza en el
jardín del Edén… hasta centrarse finalmente en el destino de una única familia,
la de Abraham. […] Viajó con su familia desde su hogar original de Mesopotamia
hasta la tierra de Canaán, donde, […] se desplazó como un intruso entre la
población ya asentada…”
Finkelstein & Silberman, La Biblia desenterrada, 2001
¿Existe algún motivo real que justifique la invención del
estado de Israel y su imposición sobre territorio de Palestina? La respuesta es
no. Sin embargo, ¿cuál fue la justificación empleada por el sionismo y las
Naciones Unidas para apoyar la imposición del estado de Israel sobre Palestina?
El motivo justificatorio para la invención del estado de Israel es el siguiente:
Palestina es la tierra ancestral de los “judíos”, lo que les da derecho a ella.
Los “judíos” fueron expulsados de su tierra ancestral durante la época del
Imperio Romano, lo que los llevó a dispersarse por el mundo (la diáspora),
principalmente hacia Europa, desde entonces han sido perseguidos incesantemente
por el sólo hecho de ser “judíos”; la expresión máxima de la persecución contra
los “judíos” aconteció en la propia Europa durante la época del nazismo lo que
derivó en la peor catástrofe que se haya visto en el mundo en toda la historia
de las humanidad: el “Holocausto”. Entonces, para restituir a los “judíos” en
su derecho ancestral, evitar la persecución y garantizar que no se repita el
holocausto, todos los esfuerzos de las Naciones Unidas, en especial de las
potencias, deben estar encaminados a la creación del “estado judío”, para lo
cual se prevén todo tipo de ayudas a efecto de restituir a los “judíos” su
derecho a la “tierra prometida”, esto es, la invención e imposición de Israel
sobre Palestina.
En otras palabras, la invención del estado de Israel
descansa sobre un absoluto absurdo anti-histórico y anti-ético, absurdo que
desde la declaración Balfour (1917) hasta la fecha ha sido apuntalado por el
movimiento sionista mundial y por las grandes potencias en aras de sus
intereses geoestratégicos como bien lo demuestra la Historia. De esta forma
resulta evidente que apoyar la “legitimidad” del estado de Israel significa
apoyar una abyección, al mismo tiempo que significa justificar la prevalencia
de los intereses geoestratégicos (políticos o económicos) de las potencias, y
del propio sionismo, por sobre la vida de quienes resultan directamente
afectados con la invención del estado de Israel, dicho de otro modo, estar a
favor de Israel es estar contra la vida de los Palestinos originarios, aquellos
que habitan Palestina de manera continua e ininterrumpida desde los tiempos de
Canaán y que conservan su etnicidad semita, mayoritariamente árabe, así como la
práctica religiosa islámica, aunque, al momento de la invención de Israel,
cohabitaban con algunos núcleos de árabes de religión judía y algunos otros
cristianos.
Si no se asume la realidad de la invención del estado de
Israel, es decir, si no se asume que la invención de Israel se basa en un absoluto
absurdo, entonces no puede entenderse de dónde procede la “solución de los dos
estados”, como tampoco puede comprenderse por qué los sionistas siempre han
sido favorables (aunque sea sólo formalmente) a la “solución de los dos
estados”, mientras que los Palestinos originarios (miles de ellos asesinados y
otras centenas de miles expulsados) no aceptan dicha solución. Si para los
Palestinos originarios existe la conciencia de que Palestina es la tierra que
han habitado milenariamente desde tiempos de Canaán, resulta lógico que hayan
clamado por su independencia hacia el final del Mandato Británico de Palestina,
sin que (hasta antes del surgimiento del sionismo) haya sido problema la
cohabitación con Palestinos originarios de diversos credos religiosos, por eso,
la solución que pudo ser apoyada por los Palestinos originarios consistía en la
declaración y reconocimiento de la soberanía e independencia de Palestina
dentro de los límites territoriales del actual Israel incluyendo Gaza,
Cisjordania y la ciudad de Jerusalén.
Pero no es eso lo que aconteció, sino que una vez afirmado
el absurdo sobre el “derecho” de los “judíos” a “la tierra prometida”, el
“derecho a existir” de Israel, se procedió a la división de Palestina; división
que, por estar basada en un absurdo total, no sólo es irresponsable sino además
ilegítima e ilegal. Bajo éste absurdo, la decadente potencia británica permitió
y fomentó que miles de europeos convertidos a la religión judía se trasladaran
al territorio de Palestina, al principio fueron acogidos por la indiferencia de
los Palestinos originarios, pero conforme el movimiento sionista exhibió su
intención de apoderarse de “la tierra prometida”, incluso mediante métodos
ilegales (desde el despojo hasta el asesinato), la indiferencia se tornó en
rechazo. Esta transformación de la indiferencia en hostilidad se desarrolló
desde fines del siglo XIX, con los primeros asentamientos sionistas, y se
extendió durante la primera mitad del siglo XX; se trató de una respuesta
lógica de los Palestinos originarios contra las acciones de exclusión, despojo
y asesinato operadas contra ellos por el creciente y cada vez más fuerte
movimiento sionista.
La fuerza militar sionista desplegada al final del Mandato
Británico de Palestina no es inexplicable y se entiende perfectamente cuando se
sabe que las potencias, tanto la decadente potencia británica como la ex Unión
Soviética, suministraron el armamento (y el entrenamiento) a los grupos
terroristas sionistas que luego integrarían las Fuerzas de Defensa Israelí,
brazo armado que posibilitó la instrumentación del absurdo plan de invención
del estado de Israel, fuerzas que hasta hoy garantizan militarmente la
existencia de dicho estado, cuyas políticas de exclusión y exterminio de la
población Palestina originaria son actualmente señaladas por la comunidad
internacional (inclusive por el orden jurídico internacional) como prácticas de
apartheid, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, es decir, un
auténtico genocidio equiparable al holocausto nazi.
El sionismo, primero con el apoyo y después con la
complacencia de las Naciones Unidas, procedió a la creación de una situación de
hecho sobre la base de un absurdo anti-histórico y anti-ético, la finalidad era
lograr el reconocimiento de iure de dicha situación de facto. En
otras palabras, la situación de hecho consistió en crear condiciones objetivas
para el reconocimiento de un absurdo cuan abyecto “derecho a existir” del
“estado judío”, en realidad, se trató del apoderamiento de la “tierra
prometida”, para lo cual llevaron a cabo, desde antes de 1948, un deliberado y sistemático plan de limpieza
étnica de la población Palestina originaria, utilizando métodos que originaron la
expulsión y asesinato masivo de Palestinos por parte de grupos terroristas que,
como ya se dijo, más tarde integrarían las Fuerzas de Defensa Israelí, brazo
armado del sionismo que garantiza la realización del abstruso “estado judío”.
El sionismo busca un doble objetivo, por una parte, crear en los hechos al
“estado judío” así sea mediante el asesinato masivo de palestinos; por otra
parte, busca el reconocimiento formal (de iure) de la situación de hecho
que van creando. Si el movimiento sionista había logrado el reconocimiento de
un absurdo anti-histórico reflejado en el plan de partición de Palestina por
parte de las Naciones Unidas, ahora lo que busca es realizar dicho plan de
partición, con métodos violentos, pero no únicamente en los términos de la
resolución 181 (la que sólo apoyó formalmente) sino lograr la total ocupación
de Palestina y de los territorios aledaños, los que el sionismo identifica como
“la tierra prometida” o Eretz Israel.
Es común escuchar a los sionistas y a sus apoyadores
reiterar que el estado de Israel está a favor de la “solución de los dos
estados”, reiteran que ellos siempre han estado a favor de dicha solución y que
son los árabes Palestinos (islámicos) los que siempre han rechazado el “derecho
a existir” de Israel. Los sionistas y sus apoyadores pretenden explicar la
hostilidad contra el estado de Israel sobre la base de una supuesta
irracionalidad inherente a la etnicidad y la cultura árabe/islámica, omiten
referir el proceso histórico de ocupación, invasión, exclusión y exterminio que
han operado contra la población Palestina originaria desde los primeros
asentamientos sionistas hasta la fecha. Aunque en el discurso, es decir,
formalmente, aceptan la “solución de los dos estados”, en los hechos es
evidente que Israel ha borrado del mapa a Palestina, pero también ya comienzan
a borrarla formalmente a través de sus apoyadores ideológicos, quienes al
referirse a Palestina siempre lo hacen en términos de “Israel” y no en términos
de la cada vez más imperceptible Palestina.
Si alguien tiene derecho a existir es, precisamente, la
población Palestina originaria y sus descendientes. Si algún país ha de ser
reconocido en aquella región es, precisamente, Palestina (con los límites que
ocupaba antes del absurdo cuán abyecto plan de partición de Naciones Unidas).
El problema para las Naciones Unidas es ¿cómo hacerse cargo de los sionistas
cuando éstos poseen armas nucleares que estarían dispuestos a usar contra todo
aquel que atente a su “derecho a existir”? Es obvio que en el actual estado de
cosas la solución Palestina carece de factibilidad, por eso es que la población
Palestina originaria, sobre todo sus autoridades formales, han optado por lo
posible, sin que ello implique una renuncia a la dignidad Palestina.
En lo personal, sólo reconozco el derecho a existir de la
población Palestina originaria incluyendo su descendencia, me pronuncio a favor
del derecho al retorno a Palestina de los cientos de miles de refugiados dispersos
por el mundo, con lo que quiero decir que, también, estoy a favor de la
consecuente recuperación de su tierra originaria, el resarcimiento de los daños
generados por la expulsión, esto implicaría el reordenamiento territorial-urbano-demográfico
entre Palestinos originarios, colonos judíos y sus respectivas descendencias y,
por su puesto, significa el reconocimiento pleno, mutuo, recíproco, equitativo
y equilibrado de derechos entre Palestinos e Israelíes. Así mismo, dado que
Israel es producto de un absurdo anti-histórico y anti-ético, me pronuncio a
favor de un proceso internacional que lleve al desmantelamiento del estado
genocida israelí, el procesamiento penal de los militares y gobernantes
israelíes por la comisión de delitos contra la humanidad y el reconocimiento pleno
de la soberanía e independencia de Palestina dentro de las fronteras que le
corresponderían al término del Mandato Británico de Palestina y previo al plan
de partición de Naciones Unidas. Una propuesta ambiciosa, ciertamente utópica,
pero fundada en la realidad histórica de la cuestión Palestina, no en los
absurdos del sionismo.
Antonio Degante
Comentarios