El verdadero López Obrador



No sorprende la sincronía con que se suceden las “críticas” contra López Obrador y su proyecto político. Pongo “críticas” entre comillas para denotar aquella conducta que consiste en insultar o denostar sofísticamente al adversario desde una aparente postura de apertura ideológica (libertad de expresión + debate de ideas), conducta que en realidad pretende ocultar sin éxito el odio hacia un sistema de vida ética y políticamente superior al de los “críticos”, éstos últimos meros entes menores en el sentido ético-político, pero que, sin embargo, por su multiplicidad y alcance mediático ameritan una respuesta.

Sabido es que Andrés Manuel López Obrador militó y dirigió tanto al Partido Revolucionario Institucional (PRI) como al Partido de la Revolución Democrática (PRD), ambos partidos políticos actualmente en su contra; pero la cuestión no radica en el hecho antes apuntado sino en las razones por las cuales López Obrador salió de esos partidos y que motivaron la aversión de los mismos contra él.

Es ampliamente conocido el trabajo de base que López Obrador realizó durante su paso por el PRI en el estado de Tabasco, igualmente conocido es el intento de López Obrador por construir, a través de la propia estructura partidista del PRI en Tabasco, un órgano de fiscalización ciudadana, es decir, un intento por hacer del partido el instrumento idóneo para dar seguimiento a los presidentes municipales, a efecto de garantizar que estos cumplieran con los postulados priistas de democracia y justicia social, al mismo tiempo, hacer del partido una herramienta eficaz de gestión/supervisión de la administración pública. Precisamente, ésta tarea de vigilancia ciudadana y supervisión cívico-política desagradó entre los presidentes municipales priistas de Tabasco porque les impedía desarrollar las consabidas prácticas de corrupción. En otras palabras, López Obrador intentó hacer del PRI un órgano comprometido con la transparencia y la rendición de cuentas en tiempos en que dichos temas ni siquiera formaban parte de la agenda pública, allí comenzó a ganarse la aversión de las cúpulas del PRI en Tabasco, quienes lo destituyeron de facto de la dirigencia estatal con lo cual López Obrador se vio obligado a renunciar formalmente (de iure) a la estructura del PRI, se “exilió” políticamente en la Ciudad de México donde más tarde se incorporó al Frente Democrático Nacional (escisión del PRI encabezada por los cuadros democráticos y nacionalistas del partido situados más a la izquierda política).

Cuando el PRD todavía no existía, el Frente Democrático Nacional (FDN) postuló a López Obrador como candidato a la gubernatura de Tabasco en 1988, sólo la intervención de la imponente maquinaria priista, que operó el fraude electoral de aquel año, pudo derrotar al incipiente FDN y al joven dirigente López Obrador, quien meses más tarde participaría activamente en la fusión del FDN con diversas corrientes de izquierda para la fundación del Partido de la Revolución Democrática, asumiendo la dirigencia estatal en Tabasco del recién creado PRD. En tan solo dos años al frente del PRD, López Obrador posibilitó la derrota del PRI, a pesar del fraude, en algunos municipios tabasqueños importantes, aunque para el reconocimiento de dichos triunfos tuvo que echar mano del Poder Popular a través del denominado “éxodo por la democracia” de 1991 con lo que además se ganó la aversión del entonces presidente usurpador Carlos Salinas de Gortari.

En 1994, Andrés Manuel López Obrador asumió la candidatura para gobernador de Tabasco por el PRD siendo “derrotado” por un monumental fraude ampliamente documentado. Pongo “derrotado” entre comillas para denotar que no es una derrota en sí sino el resultado lógico del fraude operado por el PRI representado entonces en la figura del corrupto Roberto Madrazo, hoy un cadáver político. Para intentar revertir el fraude y ante la ausencia de leyes y tribunales electorales, López Obrador nuevamente echó mano del Poder Popular mediante la “caravana por la democracia” de 1995, pero esta vez la protesta adquirió otro matiz al asumir la defensa del Patrimonio Nacional, esto es, el rechazo explícito a la PRIvatización de PEMEX.

El creciente liderazgo político y social de Andrés Manuel López Obrador lo llevó a presidir el PRD durante 1996-1999, periodo sumamente fructífero para el PRD que alcanzó los siguientes hitos: se constituyó en la segunda fuerza política en la Cámara de Diputados, ganó tres gubernaturas: Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur, además, obtuvo la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Cuando López Obrador dejó la dirigencia del PRD, comenzaron los problemas para este partido político, no obstante, la brillante carrera política y social de López Obrador le permitió ganar la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal en el año 2000. Era lógico, casi natural y obvio, que López Obrador se postulara por el PRD, pero la fuerza de su liderazgo político y social lo habría llevado al triunfo a pesar o sin el apoyo del PRD. En ese momento es indudable que el partido le debía más a López Obrador que éste al partido.

La ascendente carrera política de Andrés Manuel López Obrador atrajo a todo tipo de personajes a su alrededor. Nunca se ha demostrado la participación de López Obrador en acciones indebidas, ilegales o de corrupción, pero es común intentar ligarlo a personajes funestos como René Bejarano, Carlos Ahumada y Gustavo Ponce. Deliberadamente se omite decir que, antes de los videoescándalos, el gobierno de López Obrador había emprendido una investigación penal en contra de Carlos Ahumada (amante de Rosario Robles actual Secretaria de Desarrollo Social del gobierno federal priista que encabeza Enrique Peña Nieto), al saberse investigado, el corrupto Carlos Ahumada buscó protección entre los adversarios naturales de López Obrador: el panista Diego Fernández de Cevallos y el priista Carlos Salinas de Gortari quienes facilitaron la difusión masiva de videos editados a través de televisa con la firme intención de perjudicar la carrera política de López Obrador, algo que no funcionó porque los tres personajes implicados en los videos fueron investigados, detenidos, consignados, enjuiciados y sentenciados por los delitos que cometieron y, otra cosa que deliberadamente tampoco se dice, López Obrador no tuvo absolutamente nada que ver con las conductas desplegadas por tales personajes.

Pero el asunto de los videoescándalos no sería el único intento por detener la ascendente carrera de López Obrador, luego vendrían los casos del Paraje San Juan y del Encino, éste último serviría de pretexto para abrir la puerta al Desafuero evento durante el cual una coalición de autoridades, políticos y empresarios conformarían un frente de poder político-económico y mediático con la clara intención de impedir la postulación de López Obrador para la Presidencia de la República en 2006. Sólo la intervención masiva del Poder Popular evitó que se consumara el plan concertado contra López Obrador. No fue el PRD sino el Poder Popular en las calles y algunas voces de la Sociedad Civil en los medios, quienes revirtieron el plan del sistema de poder político-económico-mediático contra López Obrador.

La trayectoria política y social de Andrés Manuel López Obrador permite entender que la fuerza de su liderazgo no se sustenta en el partido político al que pertenece sino en el Poder Popular (el Pueblo) y en algunos sectores de la Sociedad Civil (académicos, intelectuales, pequeños y medianos empresarios), por ellos es que López Obrador pudo acceder a la candidatura para la Presidencia de la República.

Andrés Manuel López Obrador ganó en 2006 la elección para Presidente de la República, no hay duda, pero, al igual que 12 años antes en Tabasco, un enorme e impresionante fraude electoral operado e instrumentado desde todos los órdenes de gobierno, con la complicidad activa de autoridades, empresarios, medios de comunicación y personajes públicos diversos, arrebató el triunfo al Pueblo de México y a su candidato López Obrador. Existen muchas y diversas pruebas del fraude electoral de 2006, incluyendo multiplicidad de documentos oficiales, la prueba más ostensible del fraude electoral de 2006 es la propia declaración de validez de la elección y de presidente electo, emitida por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

López Obrador intentó hacer valer su triunfo apelando primero: a la fuerza del Poder Popular y de la Sociedad Civil; segundo: a la honestidad y legalidad institucionales, y, tercero: a la buena voluntad política de los distintos actores públicos. Se equivocó. Sin una organización coherente que articulara la fuerza del Poder Popular y de la Sociedad Civil, las acciones de resistencia civil pacífica fueron estériles; sin una real honestidad y en franca complicidad con el fraude electoral, las instituciones dieron la estocada (i)legal contra el triunfo de López Obrador; finalmente, los actores públicos se ciñeron a la brutal campaña mediática de denuesto, descalificación y deslegitimación del movimiento cívico-político y popular encabezado por López Obrador.

La profunda coherencia política y la firme convicción social de Andrés Manuel López Obrador le condujeron a diseñar una estrategia de organización social-política que lo distanció definitivamente de la dirigencia del PRD representada por la corriente autodenominada “nueva izquierda”, por ello durante la campaña electoral de 2012, la “nueva izquierda” será uno de los principales obstáculos a que se enfrentaría López Obrador. Nuevamente el liderazgo político y social de López Obrador fue lo que determinó su postulación en 2012. La acción conjunta (y quizá concertada) entre los enemigos internos y externos de la campaña de López Obrador facilitó el camino para el ascenso del PRI.

Si en el 2006 López Obrador ganó la Presidencia de la República y se le impidió acceder al cargo mediante un monumental fraude a la voluntad popular cometido antes, durante y después del proceso electoral en todos los órdenes de gobierno con la participación activa de las instancias formal-legales/institucionales; en 2012 el resultado no fue muy distinto. A pesar de la brutal campaña mediática de satanización, a pesar de las mañosas y falsas encuestas, a pesar del boicot de “nueva izquierda” (PRD), a pesar de la masiva compra de votos por parte del PRI, a pesar del cúmulo de irregularidades y de francas violaciones a la ley electoral en perjuicio de su campaña, Andrés Manuel López Obrador obtuvo en 2012 más votos que en 2006.

Nuevamente, haciendo gala de su calidad ético-política y de su agudo sentido social, Andrés Manuel López Obrador resolvió que, para poder llevar a buen puerto al movimiento social que lo apoya resueltamente desde hace varios años, era necesario trazar una nueva táctica política que conjuntara las ventajas y virtudes tanto de un movimiento social como de un partido político, así fue que surgió el partido político movimiento regeneración nacional (morena). Para quienes hemos seguido el largo proceso de construcción de morena resulta sencillo entender la vigencia de López Obrador, lo hemos visto enfrentar todo tipo de adversidad, lo hemos visto esforzarse hasta la extenuación física, todo con tal de lograr la construcción de un amplio y plural partido-movimiento que involucre cada vez más a los mejores cuadros cívicos, políticos y sociales que habrán de construir el camino hacia una nueva institucionalidad, la que sentará las bases para un proyecto de país donde la democracia, el estado de derecho y la justicia social sean una realidad tangible en la cotidianidad y no meros postulados formales en el papel.

Es obvio que el proyecto político encabezado por Andrés Manuel López Obrador y representado por el partido político morena son actual exigencia de la sociedad mexicana (Pueblo más Sociedad Civil); se trata de un proyecto netamente antagónico al actual sistema de poder político-económico y abiertamente contrario al modo de hacer política del PRI, el PAN y el PRDnovoizquierdista. Por eso, es natural que sistema de poder y partidos políticos se sincronicen cuando se trata de atacar a la principal figura de dicho proyecto: Andrés Manuel López Obrador o a cualquiera de los representantes en morena. También resulta entendible que para atacar a López Obrador se engañe, exagere, tergiverse o se mienta vilmente porque sencillamente resulta imposible probarle conductas indebidas, ilegales o de corrupción, esto es extensible en general a morena, pero, el hecho de que Andrés Manuel López Obrador haya probado reiteradamente su calidad ética-política, no evita que todo tipo de personajes se acerquen a morena. La última instancia de fiscalización de los candidatos de morena no radica en los organismos de control interno ni siquiera en López Obrador sino en la propia militancia que, a través de su participación activa, va configurando el tipo de liderazgos sociales y políticos que habrá que impulsar.

Conforme se acerca el fin del mandato de Enrique Peña Nieto y mientras día a día se va demostrando en los hechos, con la realidad objetiva y mediante datos empíricos, que los partidos del Pacto por México (incluido el PRD) defienden, gestionan e impulsan un mismo modelo político-económico contrario a los intereses de la sociedad mexicana, al mismo tiempo que se fortalece la estructura del partido político morena, reiterándose la vigencia del liderazgo social-político de Andrés Manuel López Obrador, se vuelven más comunes los infundados ataques que involucran a todo el sistema de poder: partidos políticos, instituciones, empresas y todos sus personeros, ataques dirigidos, en general, contra morena y, en particular, contra López Obrador. La regularidad y similitud de los ataques hace suponer una acción conjunta si no es que concertada, aun cuando no ocurra de manera sincrónica, como recién aconteció a través de periódicos como Reforma, Milenio, Excélsior, la revista Letras Libres y Televisa, sin contar las acciones promovidas por el Partido Verde y confirmadas por el Instituto Federal Electoral (INE) y el Tribunal Electoral (TEPJF).

La clara intención de estos ataques conjuntos o concertados es la de impedir la postulación de Andrés Manuel López Obrador para la Presidencia de la República en 2018, pero no seamos ingenuos, con independencia de que los ataques constituyan engaños, exageraciones, tergiversaciones o viles mentiras, procurarán revestir la forma de argumentos o razones lógicas, no necesariamente verdaderos, con pretensión de legalidad a efecto de que la última instancia que decida la postulación de López Obrador sea jurídica y no política, mucho menos social. Como en años anteriores, se buscará dar la vuelta a la voluntad popular mediante la formalidad institucional-jurídica.

Para el proyecto político de Andrés Manuel López Obrador y morena solo existe una alternativa: la última decisión la tendrá que asumir el Pueblo, único Soberano quien constituido en Poder Popular siempre estará por sobre toda ley injusta, porque incluso la Ley Suprema es creación del Soberano, de allí que “Todo poder público dimana del Pueblo y se instituye para beneficio de éste. El Pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.” Esta es la esencia social-política-jurídica-democrática que nutre, da fuerza, cohesión y coherencia incorporándose en la base, por dentro y a lo largo de toda la vida pública de Andrés Manuel López Obrador.

Antonio Degante

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