Carmen Aristegui y la supresión real de las libertades


El mensaje del poder político-económico es inequívoco: las voces críticas son inaceptables. Carmen Aristegui fue expulsada de la radio pública en México, claro que su expulsión reviste la forma de un despido válido que jurídicamente podría ser controvertido, pero lo realmente importante no es el aspecto formal/legal de la expulsión de Aristegui sino el mensaje que se pretende enviar con la expulsión de la periodista, no es tanto un mensaje para los periodistas (en su mayoría sometidos al poder político-económico) sino un mensaje dirigido contra el núcleo duro de la sociedad crítica y consciente, precisamente aquel que se articula en torno al espacio de Carmen Aristegui.

Carmen Aristegui se convirtió en una referencia informativa que posibilitó abrir al debate público cuestiones tan importantes como la Reforma Energética, la Consulta Popular, el caso Ayotzinapa, el Sistema Anticorrupción, por mencionar unas pocas. Es destacable la labor de Carmen Aristegui en pro de la transparencia y la rendición de cuentas, pues a través de su noticiero las situaciones que el sistema de poder político-económico preferiría mantener en secreto fueron hechas públicas, son ilustrativas las notas que presentó en torno a la licitación del proyecto de tren rápido México-Querétaro, la investigación sobre la Casa Blanca de Peña Nieto, la exposición de los nexos entre el Grupo Higa y el secretario de Hacienda Luis Videgaray Caso, la denuncia sobre la red de prostitución del PRI-DF, el debate en torno a la Reforma Energética y la fallida Consulta Popular, las notas sobre la Ley Televisa y de Telecomunicaciones, el tema sobre la Televisión Digital Abierta, la investigación sobre Eduardo Medina Mora y su polémico nombramiento como ministro de la Suprema Corte de Justicia, etc., etc.

En resumen, mediante el trabajo periodístico de Carmen Aristegui quedaron de manifiesto tanto la corrupción generalizada del sistema político como la convergencia de intereses político-empresariales en detrimento de la democracia y de la economía nacional. Fue ésta labor la que facilitó la articulación de un segmento de la sociedad mexicana, que si bien es ideológicamente variopinto, cuenta con un núcleo social crítico y consciente cada vez más amplio, de allí el éxito del espacio noticioso de Carmen Aristegui. Pero, precisamente, la parte crítica inherente al noticiero de Aristegui y su función como facilitador de la organización social fue lo que supuso su expulsión de la radio pública.

El pretexto de la empresa para la expulsión de Carmen Aristegui consistió en la acusación de la utilización supuestamente indebida de una marca, así como la utilización supuestamente indebida de recursos privados para proyectos públicos, tal es el caso de la adhesión del grupo de investigación de Aristegui en el proyecto MexicoLeaks. Es obvio que la empresa MVS tiene derecho a sancionar el uso indebido de su marca y sus recursos, de la misma forma, resulta obvio que los periodistas del grupo de investigación y la propia Aristegui tienen derecho a defenderse ante una acusación infundada y ante una sanción que se juzga desproporcionada, pero debo insistir nuevamente que lo realmente importante no es la apariencia formal/legal privada del conflicto sino la esencia material/real y pública del asunto.

Así, el diferendo Aristegui-MVS, no es simplemente un mero incumplimiento de contrato (algo que indudablemente atañe única y exclusivamente a la relación privada empresa-periodistas), lo esencial del asunto es la supresión real del derecho al libre acceso a información plural y oportuna, se trata de una colisión entre: 1.- los derechos privados/particulares empresa vs periodistas, y 2.- los derechos públicos/colectivos de la audiencia de Aristegui vs empresa, sin embargo, hasta aquí no he superado del todo el aspecto formal/legal de la cuestión; restringido a este nivel resultará difícil encontrar una solución efectiva al asunto.

Analizar lo esencial del problema en sus detalles excede los límites del presente comentario, pero baste señalar algunos aspectos: A) el propietario originario del recurso natural denominado “espectro radioeléctrico”, es la Nación, o sea, el Pueblo de México, esto quiere decir que el espacio denominado espectro radioeléctrico es un BIEN PÚBLICO. B) el único soberano es el Pueblo y en ejercicio de su soberanía puede decidir imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el INTERÉS PÚBLICO. C) la información que difunde Aristegui es FORMAL Y MATERIALMENTE PÚBLICA, formalmente porque se refiere a temas de interés general/público y materialmente porque se emite mediante un bien público cuya propiedad originaria es pública. D) si el contenido es público y la forma en que se transmite el contenido es pública, el tema es esencialmente público y no privado como se pretende hacer creer. Por lo tanto, cualquier solución efectiva al problema debe considerar lo público por sobre lo privado.

Lamentablemente, el poder político-económico que apuntala la expulsión de Carmen Aristegui de la radio pública en México sólo entiende un lenguaje: el lenguaje del Poder, por ello, la solidaridad de la audiencia con Carmen Aristegui, en tanto que audiencia crítica y consciente, no debe confundirse con la apariencia formal/privada del conflicto sino que debe ir hacia la esencia material/pública del asunto. Con esto quiero hacer un llamado a una defensa radical del único espacio informativo crítico de carácter público y masivo existente en México.

Ya indiqué que, a mi juicio, el único lenguaje que comprende el sistema de poder político-económico es el ejercicio del poder. La solución no debe restringirse a la simplemente exigencia de derechos (los que en efecto han sido violados flagrantemente por la empresa MVS) sino que debe derivarse del ejercicio material/real del poder soberano. En efecto, he indicado que la acción política es un compromiso ineludible, también he señalado que la organización social, para que sea efectiva, debe saber identificar el problema real concreto de tal forma que se pueda optar por una solución eficaz.

Si lo que comento es verdadero, es decir, si la expulsión de Aristegui no es la simple apariencia de un desacuerdo privado de intereses particulares sino un ataque real al núcleo social crítico articulado en torno al espacio de Aristegui, la opción solidaria en defensa de dicho espacio público requiere organización social, compromiso político y acciones en ejercicio del poder soberano, lo que es ya decir mucho. La palabra correcta para designar una acción concreta en defensa de Aristegui es boicot. No solo el sabotaje como hicieron los hackers anónimos ni los meros pronunciamientos públicos, que son muy útiles, sino también la acción social organizada que derive resultados materiales.

Lo esencial del asunto nos autoriza a llevar a cabo medidas radicales, los tiempos actuales nos obligan a tomar partido, por lo pronto, vayámonos articulando en defensa de Aristegui, pero sobre todo, vayámonos articulando como poder soberano contra el sistema de poder político-económico. Veremos si el enésimo agravio acumula nuevas fuerzas en torno al movimiento social, crítico y consciente, que habrá de regenerar la vida nacional.

Antonio Degante

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